lunes, 14 de mayo de 2012

Tan sola.

Caminas por la calle con ese aire de superioridad que te caracteriza. Sonríe a la gente cuando te mira de reojo y ves en sus miradas la envidia. Es normal. Eres guapa, impresionante en todo los sentidos. La gente que te conoce siempre asegura que seguro que eres la persona más feliz, teniendo todo al alcance de la mano. Están todos tan equivocados. Bajas la mirada al suelo y piensas en lo desdichada que eres. Una niña pequeña te mira con interés. Es guapa. Pelo rubio recogido en una coleta y ojos grises. En cierta manera te recuerda ti. Te miras en el reflejo de la ventanilla de un coche. La verdad es que eres la viva imagen de la belleza. Tu pelo dorado ondulado que caía en cascadas hasta casi llegar a la cintura; tu boca carnosa que tantos han querido besar; tu sonrisa de dientes perfectamente blancos y colocados; tus facciones angulosas pero suaves; tus ojos, de un color verde esmeralda que ha hipnotizado a más de uno; hasta tus cejas son perfectas. Tu piel es clara, suave y libre de cualquier impureza. Tienes uno de esos cuerpos que esperas ver en un revista de bikinis. Te miras de arriba bajo, cualquier persona que lo hiciera solo podría ver a una persona guapa, realmente guapa, pero tú te conocías mejor. Bajo esa apariencia de diosa se escondía la verdadera tú. Esa persona que se sentí desdichada pues la gente solo la apreciaba por su apariencia, por que las únicas amigas que le quedaban solo se la acercaban para ganar popularidad. Tus amigas, echabas realmente de menos a tus verdaderas amigas, aquellas que te querían por ser algo más que una cara bonita y las que habías dejado de lado cuando la popularidad te llegó, las echabas tantos de menos, y ahora, que te habías dedo cuenta de que esas personas a las que habías elegido, por las que habías dejado de lado a tus únicas amigas, solo estaban por ti por interés ya era demasiado tarde para volver atrás. Siempre estabas rodeada de tanta gente, pero en realidad te sentías tan sola. volviste a mirarte a al espejo y viste que la niñita de ojos grises mirándote con tristeza, como si comprendiera quien eras realmente. Quitas la mirada. Después te das la vuelta y vuelves a dar ponerte el velo de superioridad, para que nadie se de cuenta de, como a hecho la niña, en realidad no eres nada más que una chica desdichada.

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