viernes, 13 de julio de 2012

Salir de ahí.

Buscar, pero no encontrar nada.
Mirar, pero no ver nada más que oscuridad.
Escuchar, pero que a tus ruidos solo llego el tremendo e interminable silencio.
Andar, pero sin saber el lugar en el que te encuentras ni al que te diriges.
Oler, pero no percibir nada.
Aquí, en este lugar en me dio de la nada, no hay frío, pero tampoco calor, ni si quiera hay un clima templado. No hay colores, no hay luz, ni siquiera oscuridad. No hay ruido, pero tampoco se le podría denominar silencio.
No sabes como has llegado hasta aquí, ni el porque, ni si quiera sabes por donde salir, a dónde ir, no sabes si tienes que ir a algún lado.
No sientes tristeza, añoranza pero tampoco alegría o entusiasmo, simplemente ni sientes nada.
No sabes que tienes que buscar, ni siquiera sabes lo que quieres.
Espera, si sabes lo que quieres.
Quieres estar entre sus brazos, sentir su calor alrededor de tu cuerpo, su respiración sobre tu pelo, sus labios sobre la fría piel de tu mejilla... pero sabes que eso no va a suceder, él ya se ha ido.
Entonces todo cambia.
Un frío glacial viene para alojarse en cada centímetro de tu cuerpo, haciéndote temblar bruscamente.
Ya sabes porque estás aquí, pero lo único que no ha cambiado es que sigues sin saber como salir, aunque ahora ya sientes que debes hacerlo, que debes huir de este lugar.
empiezas a sentir miedo, pavor, angustia, te sientes acorralada, sin escapatoria ninguna.
A tu alrededor a surgido la oscuridad, la más tenebroso oscuridad. Sientes escalofríos de terror que junto a los del frío te recorren todo el cuerpo, haciendo temblar cada hueso, cada músculo.
Pero el mayor y peor cambio a surgido en tu interior, en donde se ha abierto un hundo agujero en el pecho que te ha desgarrado la piel, dejando los bordes en  carne viva, ardiendo de dolor, de un dolor agonizante que te hace caer al suelo.
Estás ahí tirada, en medio de ninguna parte, rodeada de frío tinieblas, con aquel horrendo agujero que se había abierto paso en tu pecho, estabas ahí tirada sin saber que hacer, solamente encojes la piernas y rodeas las rodillas con las brazos, en un vano intento de que el agujero no siga desgarrando la carne, de que la oscuridad y el frío se alejen. Te quedas ahí hecha un ovillo en suelo esperando que sus brazos vuelvan para sacarte de ese lugar, para sacarte de ese horrible lugar para siempre.

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