PRÓLOGO
La gran cola de personas que esperaban en la puerta de la discoteca protestó escandalosamente cuando el gorila de la puerta dejó pasar a una chica que acababa de llegar. Una vez dentro del local la oscura figura de la joven se
deslizaba entre las parpadeantes luces y los cuerpos sudorosos que bailaban sin
descanso la selección del DJ de moda en la ciudad. El guardia de la zona VIP la
dejó pasar sin vacilar. La chica de oscura melena se sentó en la barra sin prestarle atención a las miradas mal disimuladas que le lanzaban desde distintos rincones de la sala. Un hombre rubio de unos treinta y
cinco años se sentó a su lado.
-Camarero, pónganos a la preciosa
señorita…-miró a la chica.
-Airis-dijo ella con una sonrisa.
-… y a mí una copa del mejor whiskey que
tengas, invito yo-dijo sin despegar sus ojos verdes de los negros de ella.
El camarero sirvió dos vasos y le lanzó una sonrisa furtiva a la misteriosa mujer-. Soy
Steven-dijo el hombre rubio-. No te había visto nunca antes por aquí.
-¿En serio no me recuerdas Steven?-dijo ella
con tono dolido. El frunció el entrecejo pensativo por un segundo.
-Si te hubiera visto antes recordaría tu cara,
no suelo olvidar a las chicas guapas-dijo con una sonrisa torcida. Airis se rió
y le dio un trago a la copa-. Entonces, ¿es la primera vez que vienes?-ella
asintió-. ¿Y has venido sola?-volvió a asentir-. ¿En serio? Si yo fuera tu
novio no te dejaría sola ni un segundo.
-Quizás,
pero yo no tengo novio-dijo con una sonrisilla traviesa.
-Osea
que estoy hablando con la mujer más guapa de toda la discoteca y encima está
soltera. Vaya, hoy debe de ser mi día de suerte-dijo el con una ancha sonrisa.
Los ojos de ella se oscurecieron durante un segundo inquietando a
Steven que recorrió con la mirada la sala atestada de gente-. Bueno, tengo un reservado en el
que podríamos hablar más tranquilos, ya sabes, sin tanto ruido, ¿te apetece ir?
-Me encantaría-dijo poniéndose en pie. Steven
contempló la figura que se adivinaba bajo el vestido blanco con escote de
Airis y la condujo al reservado.
-¿Y
cómo es que has venido sola?-le preguntó una vez estuvieron ya sentados.
-Buscaba
a una persona, pero ya la he encontrado-dijo ella con esa mirada sombría otra
vez-. Asuntos de trabajo.
-Ah, me
alegro de que la encontraras-dijo con una sonrisa-. Y, ¿en qué consiste tu
trabajo?
-Resuelvo... problemas.
-Mmm,
¿y has solucionado ya el problema de hoy?-preguntó Stevens mientras intentaba
calcular la edad de la chica. Parecía demasiado joven como para estar
trabajando.
-Estoy
en ello-dijo ella con una sonrisilla.
-Quizás te pueda ayudar en algo si me dices de
que se trata-le ofreció él con más curiosidad de saber de que iba el asunto que
de ayudarla.
-Puede- dijo ella mientras se inclinaba sobre
él. La visión de su escote hizo que a Steven se olvidara de su vida fuera de
aquel reservado-. Verás-Airis le susurraba al oído-, me caes bien, de verdad,
pero los negocios son los negocios.
-¿Qué?-dijo él aturdido y confuso. ¿A qué
venía todo esto?
-Será
rápido-y antes de que el pudiera responder nada ella le rozó la oreja con los
labios.
Cuando
encontraron el cuerpo inerte de Steven en el reservado, Airis se había ido ya.
La policía preguntó que si alguien había visto si Steven iba acompañado de alguien,
pero ni el camero que les sirvió una copa, ni los porteros, ni siquiera las personas que
les habían estado mirando desde sus mesas recordaban nada. La mujer de pelo
oscuro y tez clara había desaparecido de la mente de todos.
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