miércoles, 26 de octubre de 2016

La mariposa le suplicó al sol

Y la mariposa le suplicó al Sol que no dejase de iluminar el cielo.
Pedió poder volar por el horizonte azul, que el clima no se volviese lo suficientemente frío como para impedir su vuelo. Le pidió al sol que le diese calor cuando sintiese que el corazón se le helaba al ver las desgracias que se desarrollaban ahí abajo, bajo sus pequeñas e imponentes alas. Le pedió al sol más risas y menos llantos. Le pedió que iluminase las vallas blancas de los jardines y que hiciese desaparecer en la oscuridad las rejas de espino que separaban personas. Le pidió mas niños corriendo mientras jugaban y menos huyendo de los curiosos artefactos que por arte de magia hacian desaparecer casas, vidas... Pidió que iluminase el cielo de aquellos que se sentaban en grandes despachos a decidir el futuro del resto, pidió que les iluminase el caminó hacia un futuro de paz. La pequeña mariposa volaba y volaba, y en cada desgracia que veía se paraba, contemplando sin entender como esos seres tan curiosos se destruían entre ellos. Miró como destruían sus casas y las de otros seres que se veían obligados a dejar su hábitat ante la invasión de los que caminan sobre dos piernas. La pequeña mariposa no comprendía que hacían esos seres extraños. La diminuta mariposa pensaba que si ellos fueran capaces de volar a su lado, surcando el cielo bajo el cual se desarrollaba el caos, se darían cuenta del desastre. Le pedió al sol que les enseñase a volar como le había enseñado a ella. Le pedió al sol que ayudase a esos pequeños e insignificantes seres a ser felices, a alcanzar la paz. 

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